A través de los talleres virtuales “Cómo abordar la soledad en nuestras comunidades” hemos querido poner el dedo en la llaga, pero con la mirada en lo alto.
En los últimos tiempos hemos oído hablar mucho de la soledad no deseada. La pandemia ha inoculado una buena dosis de esta realidad a parte de la población sin hacer diferenciación por edad, sexo o religión. Pero no es una dolencia nueva, es una enfermedad endémica de la sociedad y, me atrevería a decir, más virulenta en la sociedad del bienestar, del consumo exacerbado y de la hipercomunicación.
Los cristianos somos unos privilegiados de la vida pues somos conscientes de estar habitados por El Amor Infinito que siempre nos acompaña; pero ¿qué pasa cuando nos distraemos?
Pues sí, incluso en nuestras comunidades nos pasa con frecuencia y, dejamos de ver en el prójimo nuestra posibilidad de Dios. Recuperar la Experiencia Fraterna, verdaderamente significativa y cultivar la Esperanza son dos elementos clave para abordar adecuadamente la soledad que hiere.