En lo que va de año llevamos ya cuatro procesos de selección para diferentes entidades de la Iglesia, la mayoría de nivel directivo. Con raras excepciones, normalmente estos procesos suelen tener un final feliz, y encuentras lo que estabas buscando con mucha ayuda de la Providencia; pero lógicamente en función de las funciones a asumir, las competencias que debe reunir y las condiciones laborales que se ofrecen (ubicación del centro o sede, salario, horario, flexibilidad/conciliación,…), las posibilidades aumentan o disminuyen considerablemente.
¿Qué si hay talento? Yo diría que mucho; que se pueda adaptar específicamente a lo que buscamos, eso ya es otro cantar. Necesitamos que sepa empatizar con la Congregación o entidad que dirige la obra, que se ajuste a un perfil que hemos diseñado (muchas veces buscamos un “todero”, que sepa hacer un poco de todo y que tenga experiencia probada), que se adapte a un salario más que ajustado (normalmente muy por debajo del mercado), que sea comprometido, que sepa trabajar bajo presión, que sepa gestionar el cambio y liderar un equipo con algunos malos hábitos, que potencie la visibilidad, que garantice la sostenibilidad, … en fin, un genio a precio de saldo.
Por ello es importante que seamos conscientes de que, aun siendo una entidad de Iglesia o del Tercer Sector:
- Las condiciones que ofrecemos tienen que ser proporcionales a las responsabilidades, experiencia y dedicación que exigimos;
- Las potencialidades de los candidatos junto con su actitud y compromiso, pueden sorprender positivamente con un buen plan de acogida y seguimiento.
- Muchas veces no se trata tanto de que el candidato se adapte a nosotros sino de que podamos crecer y gestionar el cambio que necesitamos con el candidato que incorporamos para liderar nuestras obras o proyectos.